Entrevista con Enrique Dussel
Por: Damián Pachón Soto (D.P), Fabián Acosta y Mauricio Chávés (M. Ch.), Realizada el día 25 de Octubre de 2007, en el hotel Suites Jones, Bogotá.
Con motivo de la celebración de los 40 años de la fundación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, evento en el cual se le rindió un merecido homenaje a Orlando Fals Borda por sus aportes a las Ciencias Sociales en el continente, el filósofo argentino-mejicano Enrique Dussel, autor de más de 40 libros, varios de ellos traducidos al inglés y al alemán, dictó una conferencia en la Universidad Nacional de Colombia, el 25 de Octubre, y concedió una entrevista a los filósofos Damián Pachón Soto, Fabián Acosta y Mauricio Cháves Bustos. En ella, habló de sus comienzos en la filosofía latinoamericana, la creación de la filosofía de la liberación, del futuro de América Latina y de la posibilidad que se de una unidad con Estados Unidos, entre otros temas. Aquí publicamos algunos extractos de esa entrevista.
D.P: Profesor Dussel, en sus inicios cuál era la limitación principal que usted le veía a la Filosofía Latinoamericana y cuál fue el aporte que hizo Augusto Salazar Bondy, en su famoso ensayo ¿Existe una filosofía de Nuestra América?, a la filosofía de la liberación.
El comienzo fue completamente eurocéntrico. Yo tenía 18 años, entré a la facultad de filosofía… En ese caso hay que pensar en los años…
Yo nací en 1934. En 1952 entré a la Facultad de filosofía. Es decir, en la mitad del siglo XX. Yo era completamente eurocéntrico. Y eso que yo era de Mendoza, una provincia cerca de las montañas. Mendoza era una provincia chilena en la época colonial. Muy ligada a Santiago. Yo me acuerdo que tenía 18 años e iba a estudiar en mi bicicleta. Iba a una biblioteca pública, popular, muy linda. Y en esa época leí la Paideia de Werner Jaeger, que es una obra clásica sobre el pensamiento griego. La leí lentamente durante tres meses, consultando la obra de los presocráticos, Platón Aristóteles. Además, iba a la Escuela de Bellas Artes donde estudiamos el arte egipcio, griego y romano. Yo sé mucho de estética desde mis doce o trece años. Entonces, yo soñaba con Europa, vivía en el Mediterráneo, en Grecia, Roma, París. Y pensé: ¡tengo que ir a Europa! Pasaron cinco años con mucho compromiso político, dirigente estudiantil, preso contra Perón, etc. Yo era un activista político. Luego me conseguí una beca a España. Di mi último examen en octubre de 1957 y en noviembre estaba en Buenos Aires consiguiéndome un barco para salir a Europa. Yo tenía idea de que me iba a quedar mucho en Europa. Pero no sabía que iban a ser diez años. Además, yo descubrí a América Latina en el viaje a Europa. Allá dije: ¿qué es esto? Ahí es donde empiezo a ponerme en crisis, a preguntarme qué significa lo que yo soy.
Cuando volví a América en 1967 ya tenía estudiada a América Latina. Sabía su historia. La había recorrido desde Méjico hasta Buenos Aires en los archivos de Indias del siglo XVI. En esa época yo era heideggeriano, fenomenólogo. Había estudiado ya en España, Alemania y Francia.
D.P. Esa influencia de Heidegger se nota mucho en su libro Introducción a la filosofía de la liberación...
Claro. Las categorías son heideggerianas y hegelianas. Además, en Mendoza se cultivaba mucho la fenomenología. Cuando yo llegué había doctores de Alemania. Era un medio muy alemán. Me nombraron profesor para dar un curso en Quito. Empecé a viajar mucho por América Latina. Desde el 67 al 73 me había dado unas 20 vueltas por América Latina. En la época de la fundación de CLACSO yo estaba en otras cosas.
En ese momento yo ya tenía la bibliografía, pero la filosofía todavía no engarzaba. Y fue, no el libro de Salazar Bondy, sino el de Fals Borda sobre sociología, fue El hombre unidimensional de Marcuse, fue la teoría de la dependencia de Falleto y Fernando Cardozo, fue Emmanuel Lévinas. Lévinas permite entender el tema del pobre como exterioridad. Entonces, el asunto era cómo entender el pueblo oprimido en América Latina. Y Lévinas me dio la posibilidad filosófica de dar ese paso. Yo esta militando en cantidad de cosas políticas a favor de los movimientos contra la dictadura Argentina. Pero seguía enseñando Heidegger, Max Scheller, todo abstracto. En cambio Lévinas me dio la posibilidad de pasar al tema del Otro y Marcuse lo politizó. Ahí empezó mi ética. Mis 5 tomos de ética. En el 73 me pusieron la bomba y en el 75 me echaron. En esos años publiqué muchísimas cosas: Método para una filosofía de la liberación, El humanismo helénico, El humanismo semita, etc. Fue una época de mucha productividad porque descubría la realidad, podía expresarla. Después vino mi exilio en Méjico.
¿Cómo es lo de Salazar Bondy? En realidad el libro de Salazar Bondy coincide con un debate que yo tenía con Leopoldo Zea. Yo había pasado desapercibido en ese debate. Yo justamente ya plateaba cómo entender un mundo oprimido desde la categoría heidegeriana de mundo: mundo opresor-mundo oprimido. Yo ya estaba pensando el problema latinoamericano. Antes, en la Sorbona, lo había hecho desde la historia. Entonces entré justo en el momento en que Salazar entra en la disputa con Zea. Y en Buenos Aires lanzamos una semana académica latinoamericana. Iban 500 personas. Entonces, mi primera conferencia fue justamente sobre cómo hacer filosofía desde América Latina. No era sólo estudiar el pensamiento latinoamericano como hacía Leopoldo Zea, era hacer filosofía latinoamericana. Había que hacer filosofía explicando lo que pasaba. Y para eso acudí a la teoría de la dependencia, a la sociología de la liberación, la dialéctica de la liberación de Marcuse y los movimientos de liberación en todas partes. En 1973 invitamos a la semana académica latinoamericana a Salazar Bondy e invitamos también a Leopoldo Zea. Ellos se encontraron con una filosofía de la liberación funcionando y con un público enorme y entusiasta. Salazar Bondy dijo que le parecía muy interesante. Él nunca había hablado de filosofía de la liberación, Zea tampoco. En el 73 en la semana académica ellos descubren la filosofía de la liberación en Buenos Aires.
D.P: Salazar Bondy le había dado una función liberadora a la filosofía en el texto que cité…
No. En La cultura de la dominación él dice que un país colonial no puede hacer filosofía. Lo que se puede estudiar es la dominación. Su tema era antropología de la dominación y cultura de la dominación. Él no usa la palabra liberación. Es dominación, pero es el punto de partida. Eso está muy bien. Yo dije: sí es posible una filosofía que justamente piense la dominación, pero además hay que pensar la liberación. En ese momento había empezado la teología de la liberación y yo la conocía. Yo dije: con la filosofía podemos hacer lo mismo. Yo no imité. Partí de los mismos supuestos. La teología de la liberación ya había hecho un camino, habíamos ido a España y ante 300 profesores universitarios presentamos el pensamiento teológico latinoamericano. Yo ví el efecto que producía esta renovación del pensamiento cristiano. Dije: en la filosofía también podemos hacerlo. Entonces surgió un pensamiento filosófico. Empezamos a hacer filosofía, pero que tenía que ver con el contexto latinoamericano. Así nació la filosofía de la liberación.
D.P: La declaración de Morelia fue, entonces, una formalización…
Morelia es justo cuando yo estoy ya en el exilio en Méjico. Llegué a Méjico y justamente hicimos el primer coloquio nacional en Morelia. Ahí estuvieron Leopoldo Zea, Aberlado Villegas, Miró Quesada, Arturo Andrés Roig y yo. Yo escribí el manifiesto de Morelia. El de la filosofía de la liberación lo había escrito en 1972 en Córdoba. Ese encuentro en Morelia fue muy lindo porque todos ellos hablaron y se comprometieron. Todos se retiraron después. Ellos no podían seguir elaborando la filosofía de la liberación. Yo seguí, seguí y seguí y me dejaron solo. Ellos no siguieron ese pensamiento tan crítico. Y cada uno siguió otro camino. Aunque simpatizaron todos. Morelia fue en 1975.
(…)
D.P. Cómo ve el futuro de América Latina en 50 años?
Bueno, no sé. En 50 años pueden ocurrir cosas tan extrañas. Podía ser por ejemplo un panorama donde Estados Unidos entre en crisis completa. Y hoy ya está al comienzo de su crisis. Y entonces tenga que decir: o me salvo con América Latina o estoy hundido porque ya no voy a tener contacto con nadie. Puede darse el caso donde por primera vez los Estados Unidos nos haga un pacto de igualdad. Entonces, puede ser que algún día hagamos la unidad con ellos. Éste puede ser un panorama. Otro es que Estados Unidos casi desaparezca. Otro panorama es que lleguemos a una unidad fuerte. Estados Unidos tendrá su unidad, y seremos una de las unidades regionales de la tierra, que habrá ocho o nueve, y tendremos un desarrollo mucho mayor. Hay muchas posibilidades.
M.Ch. Y si no es con Estados Unidos, ¿entonces con la China?
No. La China es un mundo completamente extraño. Más del Pacífico. Realmente es otra cultura. Es tan otra, que no tenemos ni idea de lo que es (…). Entonces, la unidad con China va a ser mucho más difícil que con los norteamericanos o con los Europeos. Es inevitable.
M. Ch: El mundo del mercado está invadido de productos chinos…
Sí, pero por ahora no circulan sus símbolos culturales (…). De tal manera que la unidad va a ser mucho más fácil con estos de arriba, aunque parezcan tan lejanos, que con otros. Porque tenemos demasiado en común, lo que pasa es que somos muy tontos, pero quizás, cuando se peguen con los dientes contra el muro, se aviven. El hecho de que vengan de la concepción del criollo y del mestizo, no del indio; de la geografía, de la inmensidad del territorio, etc., la hemos vivido como ellos. América, de cierta manera la hemos invadido la mayoría de la gente. Ellos también (…).
El norteamericano ve mucho el futuro. Porque tiene poco pasado. Nosotros los criollos, blancos, mestizos y el afro que viene bien de afuera, cuando miramos para atrás tenemos poca historia. Todo esto lo tenemos igual que los norteamericanos. Las grandes culturas tienen un futuro pequeño y un gran pasado, entonces ven el futuro con más tranquilidad. Nosotros tenemos mucha perspectiva de futuro. En esto nos parecemos mucho.
Con motivo de la celebración de los 40 años de la fundación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, evento en el cual se le rindió un merecido homenaje a Orlando Fals Borda por sus aportes a las Ciencias Sociales en el continente, el filósofo argentino-mejicano Enrique Dussel, autor de más de 40 libros, varios de ellos traducidos al inglés y al alemán, dictó una conferencia en la Universidad Nacional de Colombia, el 25 de Octubre, y concedió una entrevista a los filósofos Damián Pachón Soto, Fabián Acosta y Mauricio Cháves Bustos. En ella, habló de sus comienzos en la filosofía latinoamericana, la creación de la filosofía de la liberación, del futuro de América Latina y de la posibilidad que se de una unidad con Estados Unidos, entre otros temas. Aquí publicamos algunos extractos de esa entrevista.
D.P: Profesor Dussel, en sus inicios cuál era la limitación principal que usted le veía a la Filosofía Latinoamericana y cuál fue el aporte que hizo Augusto Salazar Bondy, en su famoso ensayo ¿Existe una filosofía de Nuestra América?, a la filosofía de la liberación.
El comienzo fue completamente eurocéntrico. Yo tenía 18 años, entré a la facultad de filosofía… En ese caso hay que pensar en los años…
Yo nací en 1934. En 1952 entré a la Facultad de filosofía. Es decir, en la mitad del siglo XX. Yo era completamente eurocéntrico. Y eso que yo era de Mendoza, una provincia cerca de las montañas. Mendoza era una provincia chilena en la época colonial. Muy ligada a Santiago. Yo me acuerdo que tenía 18 años e iba a estudiar en mi bicicleta. Iba a una biblioteca pública, popular, muy linda. Y en esa época leí la Paideia de Werner Jaeger, que es una obra clásica sobre el pensamiento griego. La leí lentamente durante tres meses, consultando la obra de los presocráticos, Platón Aristóteles. Además, iba a la Escuela de Bellas Artes donde estudiamos el arte egipcio, griego y romano. Yo sé mucho de estética desde mis doce o trece años. Entonces, yo soñaba con Europa, vivía en el Mediterráneo, en Grecia, Roma, París. Y pensé: ¡tengo que ir a Europa! Pasaron cinco años con mucho compromiso político, dirigente estudiantil, preso contra Perón, etc. Yo era un activista político. Luego me conseguí una beca a España. Di mi último examen en octubre de 1957 y en noviembre estaba en Buenos Aires consiguiéndome un barco para salir a Europa. Yo tenía idea de que me iba a quedar mucho en Europa. Pero no sabía que iban a ser diez años. Además, yo descubrí a América Latina en el viaje a Europa. Allá dije: ¿qué es esto? Ahí es donde empiezo a ponerme en crisis, a preguntarme qué significa lo que yo soy.
Cuando volví a América en 1967 ya tenía estudiada a América Latina. Sabía su historia. La había recorrido desde Méjico hasta Buenos Aires en los archivos de Indias del siglo XVI. En esa época yo era heideggeriano, fenomenólogo. Había estudiado ya en España, Alemania y Francia.
D.P. Esa influencia de Heidegger se nota mucho en su libro Introducción a la filosofía de la liberación...
Claro. Las categorías son heideggerianas y hegelianas. Además, en Mendoza se cultivaba mucho la fenomenología. Cuando yo llegué había doctores de Alemania. Era un medio muy alemán. Me nombraron profesor para dar un curso en Quito. Empecé a viajar mucho por América Latina. Desde el 67 al 73 me había dado unas 20 vueltas por América Latina. En la época de la fundación de CLACSO yo estaba en otras cosas.
En ese momento yo ya tenía la bibliografía, pero la filosofía todavía no engarzaba. Y fue, no el libro de Salazar Bondy, sino el de Fals Borda sobre sociología, fue El hombre unidimensional de Marcuse, fue la teoría de la dependencia de Falleto y Fernando Cardozo, fue Emmanuel Lévinas. Lévinas permite entender el tema del pobre como exterioridad. Entonces, el asunto era cómo entender el pueblo oprimido en América Latina. Y Lévinas me dio la posibilidad filosófica de dar ese paso. Yo esta militando en cantidad de cosas políticas a favor de los movimientos contra la dictadura Argentina. Pero seguía enseñando Heidegger, Max Scheller, todo abstracto. En cambio Lévinas me dio la posibilidad de pasar al tema del Otro y Marcuse lo politizó. Ahí empezó mi ética. Mis 5 tomos de ética. En el 73 me pusieron la bomba y en el 75 me echaron. En esos años publiqué muchísimas cosas: Método para una filosofía de la liberación, El humanismo helénico, El humanismo semita, etc. Fue una época de mucha productividad porque descubría la realidad, podía expresarla. Después vino mi exilio en Méjico.
¿Cómo es lo de Salazar Bondy? En realidad el libro de Salazar Bondy coincide con un debate que yo tenía con Leopoldo Zea. Yo había pasado desapercibido en ese debate. Yo justamente ya plateaba cómo entender un mundo oprimido desde la categoría heidegeriana de mundo: mundo opresor-mundo oprimido. Yo ya estaba pensando el problema latinoamericano. Antes, en la Sorbona, lo había hecho desde la historia. Entonces entré justo en el momento en que Salazar entra en la disputa con Zea. Y en Buenos Aires lanzamos una semana académica latinoamericana. Iban 500 personas. Entonces, mi primera conferencia fue justamente sobre cómo hacer filosofía desde América Latina. No era sólo estudiar el pensamiento latinoamericano como hacía Leopoldo Zea, era hacer filosofía latinoamericana. Había que hacer filosofía explicando lo que pasaba. Y para eso acudí a la teoría de la dependencia, a la sociología de la liberación, la dialéctica de la liberación de Marcuse y los movimientos de liberación en todas partes. En 1973 invitamos a la semana académica latinoamericana a Salazar Bondy e invitamos también a Leopoldo Zea. Ellos se encontraron con una filosofía de la liberación funcionando y con un público enorme y entusiasta. Salazar Bondy dijo que le parecía muy interesante. Él nunca había hablado de filosofía de la liberación, Zea tampoco. En el 73 en la semana académica ellos descubren la filosofía de la liberación en Buenos Aires.
D.P: Salazar Bondy le había dado una función liberadora a la filosofía en el texto que cité…
No. En La cultura de la dominación él dice que un país colonial no puede hacer filosofía. Lo que se puede estudiar es la dominación. Su tema era antropología de la dominación y cultura de la dominación. Él no usa la palabra liberación. Es dominación, pero es el punto de partida. Eso está muy bien. Yo dije: sí es posible una filosofía que justamente piense la dominación, pero además hay que pensar la liberación. En ese momento había empezado la teología de la liberación y yo la conocía. Yo dije: con la filosofía podemos hacer lo mismo. Yo no imité. Partí de los mismos supuestos. La teología de la liberación ya había hecho un camino, habíamos ido a España y ante 300 profesores universitarios presentamos el pensamiento teológico latinoamericano. Yo ví el efecto que producía esta renovación del pensamiento cristiano. Dije: en la filosofía también podemos hacerlo. Entonces surgió un pensamiento filosófico. Empezamos a hacer filosofía, pero que tenía que ver con el contexto latinoamericano. Así nació la filosofía de la liberación.
D.P: La declaración de Morelia fue, entonces, una formalización…
Morelia es justo cuando yo estoy ya en el exilio en Méjico. Llegué a Méjico y justamente hicimos el primer coloquio nacional en Morelia. Ahí estuvieron Leopoldo Zea, Aberlado Villegas, Miró Quesada, Arturo Andrés Roig y yo. Yo escribí el manifiesto de Morelia. El de la filosofía de la liberación lo había escrito en 1972 en Córdoba. Ese encuentro en Morelia fue muy lindo porque todos ellos hablaron y se comprometieron. Todos se retiraron después. Ellos no podían seguir elaborando la filosofía de la liberación. Yo seguí, seguí y seguí y me dejaron solo. Ellos no siguieron ese pensamiento tan crítico. Y cada uno siguió otro camino. Aunque simpatizaron todos. Morelia fue en 1975.
(…)
D.P. Cómo ve el futuro de América Latina en 50 años?
Bueno, no sé. En 50 años pueden ocurrir cosas tan extrañas. Podía ser por ejemplo un panorama donde Estados Unidos entre en crisis completa. Y hoy ya está al comienzo de su crisis. Y entonces tenga que decir: o me salvo con América Latina o estoy hundido porque ya no voy a tener contacto con nadie. Puede darse el caso donde por primera vez los Estados Unidos nos haga un pacto de igualdad. Entonces, puede ser que algún día hagamos la unidad con ellos. Éste puede ser un panorama. Otro es que Estados Unidos casi desaparezca. Otro panorama es que lleguemos a una unidad fuerte. Estados Unidos tendrá su unidad, y seremos una de las unidades regionales de la tierra, que habrá ocho o nueve, y tendremos un desarrollo mucho mayor. Hay muchas posibilidades.
M.Ch. Y si no es con Estados Unidos, ¿entonces con la China?
No. La China es un mundo completamente extraño. Más del Pacífico. Realmente es otra cultura. Es tan otra, que no tenemos ni idea de lo que es (…). Entonces, la unidad con China va a ser mucho más difícil que con los norteamericanos o con los Europeos. Es inevitable.
M. Ch: El mundo del mercado está invadido de productos chinos…
Sí, pero por ahora no circulan sus símbolos culturales (…). De tal manera que la unidad va a ser mucho más fácil con estos de arriba, aunque parezcan tan lejanos, que con otros. Porque tenemos demasiado en común, lo que pasa es que somos muy tontos, pero quizás, cuando se peguen con los dientes contra el muro, se aviven. El hecho de que vengan de la concepción del criollo y del mestizo, no del indio; de la geografía, de la inmensidad del territorio, etc., la hemos vivido como ellos. América, de cierta manera la hemos invadido la mayoría de la gente. Ellos también (…).
El norteamericano ve mucho el futuro. Porque tiene poco pasado. Nosotros los criollos, blancos, mestizos y el afro que viene bien de afuera, cuando miramos para atrás tenemos poca historia. Todo esto lo tenemos igual que los norteamericanos. Las grandes culturas tienen un futuro pequeño y un gran pasado, entonces ven el futuro con más tranquilidad. Nosotros tenemos mucha perspectiva de futuro. En esto nos parecemos mucho.
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