El Bolívar de William Ospina o la reiteración de viejos vicios historiográficos

Por: Damián Pachón Soto


El escritor colombiano William Ospina, autor de las exitosas novelas “Ursúa” y “El país de la canela”, así como del célebre ensayo “¿Dónde está la franja amarilla?”, Ganador del prestigioso Premio Internacional Rómulo Gallegos, acaba de presentar su libro “En busca de Bolívar”, publicado por el Grupo Editorial Norma, en el cual expone a su numeroso público lector su particular visión y lectura de una de las figuras cimeras de la historia de Latinoamérica: Simón Bolívar. Es un libro bien escrito, con el inconfundible estilo de Ospina, pero es sólo eso… un libro más sobre el Libertador, una apología poética del mismo, apta para celebrar patrioteramente el Bicentenario de nuestra primera independencia.


Como es bien sabido, en América Latina la historiografía durante el siglo XIX se convirtió en una biografía de la nación o, mas precisamente, en lo que el partido de turno consideraba era su aporte a la fundación de las patrias latinoamericanas. Por eso entre nosotros la historia como disciplina nunca fue realizada por especialistas en esta ciencia nacida durante el siglo XIX, sino por aficionados letrados pertenecientes a uno de los dos partidos tradicionales latinoamericanos: liberales o conservadores. Esto llevó a que el pasado del país fuera leído ideológicamente; ya fuera resaltando el pasado hispánico, como la historiografía conservadora apoyada por la iglesia católica, ya fuera borrando el pasado colonial como la historiografía liberal de los radicales nuestros. Así la historiografía se convirtió también en “carta de batalla”, es decir, en un arma más en la lucha ideológica entre los partidos, al igual que el constitucionalismo como bien lo ha mostrado Hernando Valencia Villa.

A esta historiografía de escuela, ideológica, patriotera o, mejor, como me gusta llamarla, “bachilleratesca”, le debemos los colombianos la absurda adscripción de Bolívar con el conservatismo y de Santander con el liberalismo. De tal manera que un tópico común de nuestra mentalidad sectaria y partidista fue denominarse liberal y Santanderista o conservador y bolivariano, con lo cual se desconocía que tanto Santander como Bolívar seguían ideas llamadas liberales en Europa, pero también en sus acciones y formas manejaban cierto conservadurismo.

Pues bien, el libro de William Ospina recuerda a esta vieja historiografía. No porque vincule a Bolívar a algún partido, sino porque repite los tópicos comunes que la caracterizaron. La historiografía del siglo XIX se centraba en fechas, aventuras, anécdotas, hechos heroicos y hechos políticos, apologías a los héroes nacionales, etc., dejando de lado el análisis socio-económico de los distintos grupos, sus intereses y sus mentalidades. Por eso era una historiografía superficial que no llegaba “a las cosas mismas” o al fondo de los asuntos. En este sentido, el libro de William Ospina sobre Bolívar abunda en hechos heroicos, fechas, anécdotas históricas sobre Bolívar y Paéz, Bolívar y Manuelita, Bolívar en Europa, Bolívar y sus amores, sus huidas de la muerte. Es tan copioso el anecdotario que incluso llega a ser reiterativo en varias páginas. El libro también es un panegírico más sobre Bolívar; es un texto que bien puede enarbolar el más fiel seguidor de El Libertador en estos momentos donde la fiebre independentista invade el alma de más de un general que se siente padre de la república o de algún abnegado partidista de la vieja guardia.

En realidad el libro carece de perspectiva crítica, o la que explicita no es crítica propiamente; no aporta nada a la abundante bibliografía sobre Bolívar; deja injustamente parado a Francisco de Miranda frente al Libertador y trata superficialmente las relaciones entre Bolívar y Santander. De estas afirmaciones dejan constancia curiosas frases de William Ospina, como cuando dice: “Estudiar su vida tiende a confundirse con una detallada lección de geografía” (p. 184) o aquella frase del gran narrador tolimense que parece justificar su propio libro: “A veces una frase o una anécdota hacen conocer mejor a un personaje que las mil páginas de una biografía” (p. 218). Y eso es precisamente el libro: está lleno de bellas frases, a veces de Bolívar, a veces de William Ospina, y está lleno de anécdotas que, en contra del autor, no ayudan a esclarecer mejor la compleja vida del Libertador. De tal manera que bien puede decirse con el propio autor, y como un testimonio involuntario, o tal vez autocrítica involuntaria: “Tratamos de encontrar a Bolívar y sentimos a veces que todo se nos queda por fuera” (p. 223).

Es lamentable que William Ospina, un gran escritor colombiano, un severo crítico del establecimiento, de nuestro “estado de casta” para decirlo con Antonio García; un defensor de la dignidad de los pueblos de América, termine- tal vez- prestándose con esta “oda poética a Bolívar” a esos vicios que él precisamente tanto ha criticado en la prensa nacional y en sus críticos ensayos.

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