En torno al libro La concepción de Hispanoamérica en Rafael Gutiérrez Girardot de Damián Pachón Soto.

Por Álvaro Marín*

Escritor Colombiano

Latinoamérica es un proceso ensayístico. Una parte considerable de nuestra literatura busca expresar la experiencia continental y al mismo tiempo indagar en nuestra singularidad social, política y cultural. Las bases sobre las que se soporta el espíritu latinoamericano están en buena parte en el registro literario. Así lo entendió el filósofo colombiano Rafael Gutiérrez Girardot quien es parte del grupo de intelectuales críticos que hicieron sus aportes al pensamiento latinoamericano en la segunda mitad del siglo XX. El registro, la incorporación y la naturalización crítica de pensadores como Rafael Gutiérrez Girardot, son parte de una tarea aplazada en el reconocimiento de los aportes de los intelectuales colombianos al pensamiento latinoamericano. Si Gutiérrez Girardot centra sus estudios en el pensamiento europeo, lo hace en permanente valoración con las vertientes del pensamiento de América y en debate permanente con los lugares comunes del mundo académico. Crítico de la mimesis y de la pose intelectual que llamó “rastacuera”, edificó una obra entreverada por la crítica, la polémica y la filosofía. 

Damián Pachón Soto en su libro La concepción de Hispanoamérica en Rafael Gutiérrez Girardot, rastrea a lo largo de la obra del filósofo boyacense, en sus aproximaciones y estudios de los pensadores latinoamericanos, y encuentra una vertiente que viene desde el venezolano Andrés Bello, siguiendo un camino continental con el mexicano Alfonso Reyes, el dominicano Pedro Henriquez Ureña y el argentino José Luis Romero, estos autores son las partes componentes de la gravitación del pensamiento de Gutiérrez en cuanto a América se refiere, la otra parte de sus estudios críticos se enfocó en el pensamiento europeo, especialmente la tradición española y alemana. El investigador Damián Pachón recurre al pensamiento del filósofo como un ejercicio de valoración de su obra y al mismo tiempo desliza en sus aproximaciones a Gutiérrez su propia visión del espíritu continental a través de las letras y en una de las dimensiones de lo que Damián Pachón registra como Historia social de la literatura hispanoamericana, una perspectiva que viene de Henríquez Ureña y es tomada como hilo de continuidad por Gutiérrez Girardot; sobre la necesidad de construir esa historia social de la literatura en América hizo énfasis el pensador de Sogamoso y es una de las líneas de trabajo del libro de Damián Pachón quien hace el estudio de Gutiérrez Girardot precisamente como una contribución al desarrollo de la historia social de la literatura, y es tal vez este el mayor aporte de su ensayo.       

Pachón va más allá del anecdotario de lo que fue el polemista colombiano, quien se refería a Octavio Paz, en sus aproximaciones a oriente y a la cultura de otros continentes, como un ignorante cosmopolita. Pachón busca los orígenes de ese espíritu polemista asumido de manera consciente por Girardot y a la vez valora sus juicios, en donde la argumentación precede a los enjuiciamientos polémicos como el de señalar de rastacuera la filosofía de Ortega y Gasset. El investigador Damián Pachón describe uno de los trazos de nuestra  literatura partiendo de los presupuestos de Girardot: si existe alguna singularidad en el ethos latinoamericano, Gutiérrez lo encuentra en la literatura, y es allí, en donde se manifiesta el ser de Hispanoamérica. Gutiérrez Girardot se distanció del nombre de Latinoamérica y prefirió el de Hispanoamérica ya que según su trabajo ensayístico expresa con más claridad el ser continental.

Damián Pachón al final del libro deja explícito el sentido de su búsqueda destacando un concepto que fue problemático para Gutiérrez Girardot: el concepto de identidad. Pachón reafirma el concepto y lo fija al ser continental para hacer la exposición de lo que considera la identidad continental. Al involucrarse con un concepto tan polémico y tan problemático como el de identidad, Pachón pone de presente un tema que está en el centro del debate en el pensamiento contemporáneo, una arista en tensión permanente y que podemos circunscribir en un contexto más amplio de las disputas por el sentido de la cultura: el contexto con el sentido de las políticas culturales trazadas desde las esferas del poder mundial.

En las páginas del libro de Damián no se presenta de manera directa este debate, pero a través de su lectura encontramos un signo para abordar el problema y es la ausencia de un acuerdo entre la intelectualidad latinoamericana de lo que significa la identidad, Pachón formula el necesario debate previo sobre la existencia o no de tal identidad como un hecho cultural histórico y social. Este signo que es la ausencia de acuerdo tal vez nos sugiere una caracterización, tal vez no existe tal identidad única y nos encontremos ante un equívoco. Si vamos a las reflexiones de José Luis Romero en su paneo por las ciudades latinoamericanas nos encontramos con el hecho cultural de la existencia de lo que José Luis Romero llama “muchos barrocos”, tantos barrocos como procesos de conformación urbana en los diferentes territorios del continente. Romero nos señala el barroco social para hacer el bosquejo de los abismos existentes entre las diferentes clases sociales, pero en ese abismo del barroco social en sentido negativo se registra también un proceso vivo de intercambio cultural que podemos señalar como el barroco en la cultura latinoamericana y es en donde encontramos los más importantes procesos de intercambio cultural, son los procesos de tensión y de creación que caracterizan la conformación de las ciudades latinoamericanas, un mestizaje -otro de los conceptos que incomodaba a Gutiérrez Girardot- en donde confluyen los contrapunteos y resignificaciones propios de las fuerzas en conflicto de la cultura continental y la avanzada peninsular. Una avanzada político militar que determinó la conformación de ciudades fuertes, de ciudades militares, amuralladas en piedra o en milicias que hacían el ejercicio de contención de las corrientes adversarias internas y luego externas y que entraron en disputa con las fuerzas político culturales instaladas por las fuerzas peninsulares. El hecho que comprueba, si todavía se pone en duda, la existencia anterior de una vida social compleja en los territorios conquistados es precisamente la determinación de Europa de construir en América ciudades fuertes como modelo de expansión.  

El esquema de la ciudad fuerte y sus dispositivos de dominio de la Colonia se han levantado como institución a lo largo de la historia latinoamericana. Romero registra tres componentes de la avanzada peninsular: el militar comandado por el señor y sus milicias, un componente cultural levantado sobre las piedras catedralicias del poder religioso y el componente económico constituido por los comerciantes. Si observamos las líneas de nuestra historia cultural vemos que el esquema se mantiene en nuestro tiempo, con la diferencia que allí, en el lugar de la conciencia en donde se instalaban los mojones y las piedras de las catedrales, hoy se levanta un poder cultural sin iglesia pero igualmente evangelizador que es el discurso político cultural de Unesco que pretende imponerse de manera homogénea en el mundo y de manera paradójica a nombre de la libertad de expresión y de lo que la Unesco llama Diversidad cultural, y es allí, en medio de estas fuerzas en donde se puede hacer una de las lecturas posibles del libro de Damián Pachón. En su ensayo no enfoca este tema, pero es pertinente mencionarlo en el contexto del debate con las ideas de Gutiérrez propuesto en el libro cuando despliega sus reflexiones sobre Gitiérrez Girardot y su visión de América.

Los otros componentes de la avanzada colonialista: el militar y el comercial, han sido más estudiados y permanecen en el debate, en cambio el evangelio de la Unesco fluye por nuestro continente como si hiciera parte de nuestro mundo natural, y es precisamente allí en donde se reclama la presencia del intelectual latinoamericano para trazar el deslinde entre una diversidad cultural endógena en la que hemos vivido siempre sin conceptualizarla, y la diversidad cultural que nos entrega la Unesco, conceptualizada como si fuera nuestra. La diversidad vista en los lentes de la Unesco es un programa político y a la vez un palimpsesto de los programas económicos del Banco Mundial. Hoy queda establecido un nuevo conflicto entre la singularidad natural de estos pueblos y una paradójica singularidad prestada a través de los nuevos programas colonialistas de las Naciones Unidas dominadas en su cúspide de poder por las fuerzas del mercado y de las finanzas.              

Es en medio de estas tensiones del poder real con sus fuerzas aplicadas en la cultura en donde es pertinente inscribir el debate de la singularidad latinoamericana y desde allí podemos observar mejor el trabajo de nuestros intelectuales y el esfuerzo de Damián Pachón por encontrar esos hilos que conforman el tejido de fuerzas entreveradas, unas veces en disputa y otras en procesos de creación y resignificación, fuerzas que hacen parte de las tensiones provocadas por la diversidad de intereses, porque si hay diversidad en estos tiempos esta parece ser más evidente en las diversas formas del engaño internacionalizado. Pachón se distancia de la crítica que hace Gutiérrez Girardot al concepto de identidad y propone una perspectiva entre la singularidad y el multiculturalismo. La crítica que hace Pachón describe como “eurocentrista” la visión de América en Gutiérrez Girardot, con una idea tradicional de la modernidad vista como absoluto, Pachón opta por las variaciones apoyándose en Dussel y otros pensadores dejando abierto el debate entre modernidad absoluta y transmodernidad definida por Dussel. Este debate puede desdoblarse a su vez en un acercamiento crítico a las visiones de la multiculturalidad y la interculturalidad, planteado este acercamiento crítico no son necesariamente entre modernidad absoluta e interculturalidad sino entre la diversidad endógena y la diversidad vista desde afuera, desde el lente europeo, que también corre el riesgo de convertirse, por paradoja, en una diversidad eurocentrista.          

 

Por algunos caminos de la etnología se llega al fascismo  

Gutiérrez señaló, con una insistencia fronteriza con la neurosis, el carácter conservador y demagógico de las corrientes indigenistas, originadas en el exotismo europeo más que en Latinoamérica, y las señaló como una especie de reflejo condicionado, propiciado por la imagen que el desenfoque de la miopía europea proyectaba sobre América, y también señaló el fascismo en estado larvario, presente en la composición de la estructura mental del pensamiento nacionalista que alimenta el racismo y ciertas visiones de la etnología radical que enfatizan en las diferencias como elementos de conflicto y de “identidad”. Pachón observa estas líneas de Gutiérrez valorándolas al lado de su visión de modernidad, como una modernidad totalitaria que desconoce las singularidades para detenerse en el conflicto de esas dos fuerzas históricas que hacen presencia en Latinoamérica: la modernidad y la tradición.  

Damián Pachón en la búsqueda de los filones que componen la Historia social de la literatura latinoamericana llega a varias conclusiones sobre los aportes de Gutiérrez Girardot, una de ellas es la presencia de la cultura hispánica en la composición del pensamiento continental, esa primera modernidad reconocida por Dusssel a la que se agrega posteriormente, y en un segundo ciclo de la modernidad, el pensamiento de Europa. Este enfoque de la modernidad vista desde Latinoamérica que está presente en Carpentier es lo que lleva a Dussel al planteamiento de la transmodernidad que entrevera los procesos endógenos con la influencia mundial.    

Gutiérrez Girardot fue uno de los colaboradores de la revista Mito, una revista que estaba precisamente en la perspectiva de las reflexiones de Girardot, buscando crear entre las fisuras, entre los abismos de la cultura, puentes de comunicación del pensamiento Latinoamericano con el pensamiento contemporáneo mundial, a esa tarea se encaminan sus traducciones de los autores alemanes.   

Otro elemento que encuentra Pachón en Gutiérrez es la búsqueda de una tradición en el continente, y esta es una de las propuestas componentes de la Historia social de la literatura. Para el investigador esta perspectiva abierta por Girardot, no es un programa académico para ampliar un espectro didáctico sino “esencialmente un programa político”. Si nos atenemos a la proposición de Pachón, si consideramos su crítica al eurocentrismo y a las visiones absolutistas de modernidad en Girardot, y al mismo tiempo abordamos la propuesta de la Historia social de la literatura como una propuesta política, podríamos plantear entonces la necesidad de trabajar también sobre la necesidad de una crítica del multiculturalismo, lo que hay en estos presupuestos de realidad endógena y lo que hay en ellas como préstamo, es decir, la necesidad de enfatizar en la diferenciación entre lo propio y lo inducido, lo que está vivo en la comunidad continental y lo que pertenece a un “presente inflacionariamente terminológico”, para decirlo retomando las palabras de Girardot del libro de Pachón.

 

 

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