Hacia un Platón "no platónico".
Damián Pachón Soto.
Universidad Industrial de Santander,
Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe.
A la memoria de los maestros Daniel Herrera Restrepo y Danilo Cruz Vélez.
La interpretación
normalmente aceptada de Platón sostiene, siguiendo a Aristóteles, que el autor
de La República duplica el mundo entre lo sensible y lo inteligible: el
mundo de aquí, que cambia, deviene, y que participa o es imitación de
un mundo perfecto, estático, donde las Ideas o Formas que existen en
sí, son eternas, permanentes, no perecen. El mundo sensible es un mundo
aparente, y el mundo inteligible es el mundo verdadero. Esta interpretación es
la que acogerá Nietzsche en el siglo XIX en su férrea crítica al platonismo y a
toda la metafísica occidental. El conocimiento desde este esquema consiste,
entonces, en ascender desde el mundo sensible hasta esas Ideas usando el
método de la dialéctica socrática.
De esta teoría de
los dos mundos ha surgido el adjetivo platónico para referirse, en
cierta acepción, a todo aquello que es idealizado, mera idea, que habita en
otro mundo “fuera” de este. El adjetivo se ha usado no solo para referirse al
amor, sino a otros temas como las utopías, en el sentido de que son
invenciones o construcciones carentes de realismo y sustentadas en el mero
anhelo de un mundo mejor que el presente. Sin embargo, es posible plantear una
lectura “no platónica” de Platón, o mejor, de su teoría del conocimiento.
Veamos.
Daniel Herrera, un
filósofo colombiano fallecido hace algunos años, en su artículo Ciencia y mito en Platón, explica,
apoyándose en el padre de la fenomenología Edmund Husserl, que: “La ciencia es
definida por Platón a partir del acto supremo de la intuición mediante el cual se alcanzaría el objeto último de la
reflexión. Por consiguiente, si quisiéramos saber cuál es el estatuto propio
de la ciencia tendríamos que reflexionar sobre la serie de actos mediante los
cuales se da el conocimiento: la sensación, la opinión verdadera, la opinión
acompañada de razón, todos ellos momentos dialécticos que deben ser superados
en nombre del acto final, la intuición, acto no efectivamente realizado, pero que juega el papel de idea límite,
de horizonte en la ascesis del conocimiento”.
Intuir es un acto,
y la intuición es entrar en la cosa misma, una forma de conocimiento donde el
objeto se presenta de manera inmediata, directa, en la mente, a
diferencia de las operaciones discursivas que son mediadas. La intuición es una
visión, es un “ver intelectual”, donde capto, veo intelectualmente la Idea, la
aprehendo con la inteligencia. De ahí que el mito de la reminiscencia de
Platón, expuesto en el Menón, ayuda a esclarecer ese camino hacia esa
“intuición” final. Aquí es preciso mencionar que es el alma la que conoce
y que ésta es simple, eterna, indestructible e inmortal y que antes de caer en
un cuerpo, en el mundo sensible, el alma ha habitado en el mundo inteligible
con las Ideas, con esas meta-formas. Por eso la teoría del conocimiento en
Platón implica (exige) la inmortalidad y preexistencia del alma: al caer al
mundo sensible, el alma “pierde” el saber que poseía en el mundo inteligible y
por eso el proceso del conocimiento consiste en recobrar lo que ya ésta sabía.
Por eso el conocimiento no es más que rememoración, recuerdo,
reminiscencia.
El problema que
trata Platón en el Menón es el de la virtud. Ahora, ¿qué se propone Platón
elucidar con este mito? Dice Daniel Herrera: “Él le sirve para expresar el
estado del alma que es visitada por el presentimiento de lo verdadero; él le
sirve para subrayar el estado de entusiasmo del alma que descubre lo
verdadero sin poder dar todavía razón. Platón recurre al mito, a falta de
medios adecuados, para ponernos de presente lo que, por ejemplo, Husserl ha
tematizado en Experiencia y Juicio: todo juicio se fundamenta en el
Lebenswelt; o lo que Sartre defiende en El ser y la nada: toda
conciencia reflexiva o posicional está esencialmente precedida por una conciencia
pre-reflexiva. La conciencia predicativa sólo pone en claro y rectifica aquel
saber espontáneo que poseemos del mundo por el sólo hecho de estar
experimentándolo en nuestra vida cotidiana. Pero la reminiscencia es algo más
para Platón: es el poder de reconocer la verdad antes de probarla”.
Estas afirmaciones
de Herrera Restrepo se pueden fundamentar, también, en Heidegger y en
Hans-Georg Gadamer (éste último un gran conocedor de Platón). Es lo que se
llama pre-comprensión o círculo hermenéutico. El Dasein (el ser humano
existente) pre-comprende el mundo antes de preguntar algo sobre él, pues toda
indagación, toda investigación parte ya de la vida cotidiana; o como dice
Gianni Vattimo: “lo conociente y lo conocido ya se pertenecen recíprocamente
[…] lo conocido está ya dentro del horizonte del conociente”. Cuando yo
pregunto qué es el Estado, es porque, de antemano, en el mundo de la vida tengo
alguna comprensión previa de lo que es. Así, cuando desde el mundo sensible en
el cual habitamos, que es nuestra vida cotidiana, preguntamos por algo,
es porque alguna noción previa (o pre-comprensión) tenemos de aquello por lo
cual preguntamos. Es eso lo que intenta dar cuenta Platón con el mito, pues
de no ser así: ¿cómo preguntarme por la virtud si no tengo una mínima noción
(ni lingüística) de ella?
Como puede verse,
desde la fenomenología esta interpretación de Platón hace énfasis en el punto
de partida del conocimiento, en el método. Por otro lado, desde el neokantismo
de Paul Natorp, en su estudio Platón, se llega a una lectura similar. Este
autor dice sobre la reminiscencia: “Este recuerdo
es sin duda patrimonio nuestro; pero sólo mediante una indagación metódica,
sólo mediante la conversación socrática, o sólo mediante un lógico
desenvolvimiento, puede ser extraído de aquel fondo oculto y llevado a más
segura posesión. La rememoración es directamente equiparada con acentos
enérgicos en dos frases casi idénticas (Men., 98; y Fedro, 249c), al
procedimiento de la conversación socrática. No es de ningún modo el simple
hallazgo y apresamiento de algo que yace en el fondo del alma, sino una elaboración metódica sin otros
medios que los del examen y enjuiciamiento rigurosamente lógico de nuestros
propios pensamientos”.
Todo esto implica,
que la rememoración es, más bien, un intermediario entre la ignorancia y el
saber. Sobre el mito de la preexistencia de las almas agrega Daniel Herrera:
“Ya hemos visto cómo Platón con el mito de la reminiscencia (o recuerdo) nos
quería ilustrar sobre el punto de partida de la ciencia. Ahora con el
mito de la preexistencia, nos dice que la intuición es una meta que la
inteligencia tiene que alcanzar y nos lo dice en términos de restauración de
una visión anterior, de una visión original”, visión que el alma tenía cuando estaba
en el mudo inteligible con las Ideas.
Es esta idea la
que refuerza el hecho de que lo importante en Platón es el método, o de otro
modo, la labor del concepto. Herrera Restrepo, quien al igual que Danilo
Cruz Vélez en El mito del rey filósofo, lee a Platón desde la
fenomenología, al analizar los mitos sostiene que éstos muestran claramente que
a la verdad no se puede llegar incluso con la dialéctica. Que por esa razón
Platón cierra algunos de sus diálogos más célebres con mitos. Y sobre este tema
han hablado mucho los especialistas. Por ejemplo, Giovanni Reale en su clásico Platón.
En búsqueda de la sabiduría secreta (1998) alude al mito como un “pensar
por imágenes en sinergia con el logos”, tal como ocurre en la alegoría de la
caverna o en el Fedro. En este caso, entonces, la preexistencia del alma funge
como presupuesto para mostrar que el conocimiento es recuerdo, rememoración. El mito sería, entonces, un recurso
para mostrar el esfuerzo que se requiere para lograr el saber. Pareciera, como
dice Cruz Vélez, que a falta de un lenguaje adecuado, netamente analítico y
racional, para explicar su pensamiento, Platón se ve en la necesidad de acudir
al mito, o a recursos didácticos diríamos hoy, para poderlo exponer claramente.
Copleston, por
otro lado, ha puesto de presente que la llamada separación del mundo sensible y
el inteligible debe entenderse de otra manera. Es evidente que la Idea, el
concepto, la definición universal, no tienen presencia en el mundo sensible. No
puedo ver el concepto de paz, ni el de igualdad. La idea o la Forma contiene
elementos objetivos de las cosas, pero no se encuentra mezclado entre ellas. El
concepto es incorpóreo, por eso no está en ningún lado sensible, que podamos
ver. Además, la teoría de Fedón sobre
el alma el mismo Platón la calificó
de hipótesis. Por eso: “¡Es absurdo hablar como si la teoría platónica
supusiese la existencia de un hombre ideal que estuviera, con su longitud, su
anchura y su espesor, en un lugar celeste!”. Esto le lleva a decir: “lo
esencial de la doctrina de Platón sobre las Formas o Ideas se reduce a esto:
que el concepto universal no es una forma abstracta desprovista de contenido o
relaciones objetivas, sino que a cada concepto universal verdadero le
corresponde una realidad objetiva”.
Es claro que la
teoría de las Ideas de Platón presenta inconsistencias, por ejemplo, el tema de
la participación o la imitación del mundo suprasensible, la manera como las Ideas
contrarias coexisten, la subdivisión de la Ideas en género y especie, etc., sin
embargo, en su teoría el mundo sensible juega un papel fundamental, pues como
dice W. Guthrie: “estas aproximaciones físicas pueden ser estudiadas, pero sólo
porque pueden ayudar a la mente a
recobrar el conocimiento perfecto que tuvo en otro tiempo y, que, por lo tanto,
está latente en ella. Este es el papel de
la sensación en la adquisición del conocimiento”. Esta interpretación nos
permite pensar en un Platón “no platónico”, un Platón pedagogo, didáctico, más
mundano que, para mostrarnos su teoría del conocimiento, la episteme, se
auxilia en los mitos y, ¡vaya paradoja!, en esas formas literarias y poéticas
que tanto recusó en la misma República y en Las leyes.
Damián, gracias por tu bosquejo que nos permite visualizar el panorama hacia donde José Ortega y Gasset miraba mientras escribía aquella idea suya, que leímos en los setenta, según la cual no se emite nunca un juicio sin un prejuicio.
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